Las mentes más imaginativas, o quizá más temerosas, le atribuyen 5000 dientes en su enorme boca.

La temen sobre todo los niños al caer la noche. Dicen que a veces la oyen merodear sobre los tejados de sus casas buscando un hueco por la chimenea o alguna ventana para colarse y comerse a los infantes.

La Gurrumella es un mito del sur de Cantabria y es un personaje que vive y dormita encima de los tejados de las casas de los pueblos. Tienen unos ojos enormes para poder ver en la oscuridad y una gran boca llena de dientes para poder comer con ferocidad a los niños que se portan mal por las noches, hacen ruidos o no quieren dormir, en definitiva, a los niños que no son buenos.

Para poder ir de tejado en tejado usa unas alas de murciélago, con lo que estamos ante uno de los pocos personajes de la mitología cántabra que dispone de alas.

Si en alguna ocasión oís ruidos nocturnos sobre vuestros tejados acordaros de la Gurrumella. 

El Valle de Soba se sitúa al sureste de Cantabria y es uno de los municipios mas grandes de la comunidad y también uno de los más desconocidos. De una gran belleza salvaje guarda infinidad de leyendas y misterios.

Dicen algunos lugareños que al atardecer y al caer la noche sienten escalofríos cuando tienen que recorrer las camberas, y no es por las historias de brujas que recorren el valle, es por el miedo a encontrarse de frente al Espantu. Los que han visto a este ser lo describen como de genero femenino, un tanto andrógino, ataviado con ropas blancas estrafalarias y como de otra época.

En ocasiones lleva un cuévano (cesto de varas de avellano por lo general) al hombro y luce una pelambrera larga y desaliñada y  tiene los ojos en blanco. Aseguran que camina como si no tocase el suelo, cual fantasma.

Recuerda a las famosas damas blancas que llevan apareciéndose desde hace siglos en todo el planeta.

Cuando preguntamos por su existencia en Soba sus habitantes miraban hacia otro lado, quizá con miedo o quizá recelosos de contar sus mitos a extraños. Quien sabe. Quizá el Espantu siga apareciéndose por los caminos en los montes sobanos.

“Lo de la calabaza lo hacíamos pues para meter miedo, para asustar….Habia un barrio arriba y otro abajo. Y entonces cogíamos la calabaza, la preparábamos bien, metíamos una vela y nos poníamos por encima una sábana blanca para asustar a las que salían del rosario” (risas).

¿Y la calabaza como la cogíais, con las manos, para que parezca la cabeza?

“Sí, sí; la calabaza la poníamos así…para que pareciera la cabeza, la calavera, y después quedaba el cuerpo con la sábana y eso…Y hacíamos cosas con la mano, sacábamos una mano con un guante, y hacíamos cosas con la mano para asustar al que venía.

¿Dónde lo hacíais?

“En la bajada del cementerio, que hay un camino

¿Y te acuerdas de alguna anécdota?

“Pues sí, alguno lloró al ver la calavera (risas)

Nos lo contó Tinuca Ceballos, natural de Correpoco.

Los Mascaritos de San Felices de Buelna se celebraban en febrero aproximadamente. Salían por las calles dos hombres disfrazados de mujeres y dos mujeres disfrazadas de hombres, Utilizaban ropas viejas y se tapaban la cara con máscaras o trapos viejos. Recorrían todas las calles de los pueblos detrás de los chavales con el fin de atraparlos. Daban gritos, saltaban y formaban una gran algarabía, a veces iban acompañados de campanos y panderetas para hacer ruido. Los críos tenían que intentar que no les atraparan porque si eso ocurría los Mascaritos les abrazaban y cantaban y era una gran humillación para los chavales.

Llega la recta final del ciclo de ponencias que viene realizando la asociación ETNOCANT por diferentes pueblos de Cantabria. el próximo miércoles 26 de agosto con la charla “La Bruja en el imaginario mágico tradicional” donde se hará un repaso de las principales características del personaje. Concluirá el ciclo el 2 de septiembre con la ponencia “El miedo y sus manifestaciones en la narrativa oral de Cantabria” . Ambas ponencias serán en la Fundación Orense en Ramales a partir de las 20.00H.

 “Mira en esta casa que hay aquí que da para la parte de acá (hace señas) ahi vivia una señora sola, se llamaba la tía Matilde. Esa mujer estaba sola y por la noche le andaba por toda la casa el cesto de las patatas con peladuras y todo el solo. 

Y a la otra noche en lugar de ser el cesto le andaban los quesos. Tenía los quesos secando, ya saben hacían queso. Y andaban los quesos por toda la casa rodando. Y por la noche la mujer se fue a la cama y que le pegaban tortas en la cara y que empezó a pedir auxilio, auxilio y los quesos seguían rodando y el cesto de las patatas también…solos.

 

La mujer lo pasó mal de aquella y le pegaban azotes en la cara mientras estaba en la cama”
Informante: Gori López